Cuando era un adolescente, mi padre me pedía que fuese a la "bodega", donde estaba el centro de operaciones de la empresa, para
diferenciarla de la "oficina", donde estaba el área comercial. En ese lugar ubicado en la zona poniente de Santiago de Chile, funcionaba una gran cantidad de operarios, que dirigidos por mi tío Juan Carvajal
Cifuentes, era secundado por otras personas en el manejo de los asuntos logísticos y contables de la empresa. Todas as tardes tenía, después del colegio, que acudir a realizar distintas labores de
colaboración en la gestión, atiborrados de trabajo por entonces. Ahí era donde, la
conversación sobre temas
contingentes, encontraba en
Lincoyán Berríos, un gran
interlocutor, que me permitía desarrollar, mis secretas labores de
colaboración en la Vicaría de la Solidaridad, así como en las actividades que
realizábamos tanto en la Iglesia, como en el Colegio,
Instituto Alonso de
Ercilla, de los Hermanos Maristas. Las
conferencias de Puebla, las gestiones del Cardenal Raúl Silva
Henriquez y la opresiva situación política, hacían mi deleite, en esas jornadas de tedio,
interrumpidas a ratos, por los teléfonos y el sonido de las máquinas de escribir
Urdewood. Los encuentros se comenzaron a hacer cada vez más frecuentes, tanto así que Don
Lincoyán, asistía con su
Sra. a la fiesta de San Carlos en mi casa, como parte del todo el equipo de trabajo ejecutivo, de la empresa.
Un día, que ya no recuerdo bien,
Lincoyán no fue a trabajar, nada se supo de él. Un manto de dudas, se dejo caer sobre su amplia sonrisa, el fuerte apretón de manos y una cultura, que me maravillaba.
Otro día, después de muchos años, revisando la lista de los Detenidos
Desaparecidos, de la dictadura de
Pinochet, encuentro su nombre, sin la
certeza de saber, si se trataba de un alcance de nombre o de una realidad, que crispaba el alma.
El año pasado, buscando algún panorama de
entretención, junto a mis hijos, llegamos a la Universidad Católica, debido a un azaroso encuentro de mi hijo Juan Eduardo, de un volante que anunciaba, la
exibición de la Ciudad de los Fotógrafos. Sin
pensarlo dos veces, los convencí de ir a verla, ya que estábamos en el Museo de Bellas Artes, a pocas cuadras y podría ser interesante, como documental sobre la fotografía.
Impactante impresión me llevo, cuando
comienza el
film y
retrocedemos a la década de los ochenta, donde siendo, estudiante de actuación, de la Universidad Católica, luchábamos
contra las fuerzas opresivas en la calle, pateando bombas
lacrimógenas, o devolviendo el ataque, con piedras y barricadas, por el
reeestablecimiento, del Estado de Derecho en Chile, el retorno definitivo de la democracia y el fin de los crímenes, torturas y abusos.
El
film, comenzó a revivir en mi retina, miles de imágenes de hechos y lugares, donde yo había estado y de los cuales había sido parte activa.
El relato nos comenzó a sumergir en el horror, de esos años, que la mayoría no quiere recordar, más allá de la música y toda la onda
ochentera.
Comencé a revivir momento a momento, cada uno de los tristes episodios que empañaron nuestra existencia. Hasta que en un momento, uno de los fotógrafos comienza a
revisitar, la vida de algunas personas ejecutadas, al azar, en su entorno cotidiano. Abre un archivo y muestra una foto y dice: "
Aqui tenemos por ejemplo: a
Lincoyán Berrios junto a su
Sra y sus hijos en la playa".
Los destinos de la vida, nuevamente nos habían cruzado, por medio del dolor y del espanto.
Nada se supo de la suerte de
Lincoyán. Se dijo en el informe oficial, que habría sido ejecutado y enterrado ilegalmente en la
Cuesta Barriga. Luego de la
exhumación ilegal ordenada por
Pinochet, conocida como "Retiro de Televisores", donde se encubrió la verdad, dejando en la impunidad, tantos crímenes horrorosos.
Este fin de semana, Televisión Nacional de Chile, volvió a
exibir: La Ciudad de los Fotógrafos y
nuevamente la emoción embargó mi alma, pensando en tantos y tantos que fueron
sacrificados en pos de una idea. Y de los que luchamos, los que nos quedamos acá, que no fuimos exiliados, ni a
Paris, ni a Cuba, ni a Alemania, ni a ningún lado. Los que luchamos por un ideal, no para ocupar un cargo, dentro del
sistema de poder, que terminó
finalmente defendiendo a
Pinochet, ante la mirada atónita del mundo, pese a los esfuerzos del valiente juez español,
Baltazár Garzón.
Terminó la película y nuevamente unas lágrimas, vinieron a recordar esas tardes en la bodega y las
interminables conversaciones, donde
arreglábamos el mundo con
Lincoyán. Nuevamente, me sentí
traspasado por el dolor y la impotencia, ante tanta injusticia. Al igual que ese día, cuando se encendieron las luces, del cine y mi hijo, me tomó la mano y me dijo: ¿ porqué estás llorando papá?. Y yo, entre
lágrimas, le dije: "por un amigo, que si no olvidas su nombre, no habrá muerto en vano".
In Memoriam:
Lincoyan BerríosEjecutado Político
Detenido
Desaparecido, hasta el día de hoy.