lunes, enero 05, 2009

Año Nuevo 2009


Cuando opto por una velocidad muy lenta, busco contrapesar el movimiento del bote, en que estábamos, a contra ritmo con los fuegos artificiales, que se desplazan hacia el cielo, a la velocidad de la luz.
Opto por transformar, el haz de luz en otra cosa. Busco darle textura, forma cuerpo, tridimensionalidad a la fotografía. La atmósfera viene por defecto.

Año Nuevo 2009

Un flash soft, sobre el rostro, me permite capturar el alma de la modelo, dejando todo el fondo a negro, y rescatando ciertos brillos del rojo de la peluca, para potenciar la expresión del rostro, y en la sonrisa, que manifiesta esa alma.

Año Nuevo 2009


Año Nuevo 2009


Año Nuevo 2009


Año Nuevo 2009


Año Nuevo 2009


Año Nuevo 2009


Año Nuevo 2009

La contraposición de ambas luces, la del flash y la débil luz emanada del interior de las orejas parpadeantes, fueron un desafío. Lograr que el mar de fondo desapareciera en negro, para que aumentara el contraste con el rosado y verde de las orejas parpadeantes, y del flash que busca dejar ambos rostros delineados con el detalle del verde brillo de la peluca. Las luces al costado derecho son solo un referente, un pretexto, para darle profundidad de campo a la escena. Es un punto de referencia en la zona áurea, hacia donde las fuerzas de la perspectiva se equilibran, por la regla de las proporciones áureas.


All Rights Reserved Carvajal Art 2009.

Año Nuevo 2009


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Año Nuevo 2009


Año Nuevo 2009


viernes, enero 02, 2009

lunes, diciembre 15, 2008

La Lengua de Mick Jagger por Andy Warhol


Cuando yo era un adolescente, los actuales buses, se llamaban micros; las cuales de un tránsito desde micro a micro-buses, se transformaron en otra cosa.
Las micros eran una individualidad toda, en su interior, dada la exigencia de la normativa vigente a esa fecha, la obligatoriedad de ser pintada de rojo, azul y blanco, como los colores de la bandera de Chile. Los modelos podrían cambiar más no la bandera, que los micros llevaban en su exterior.
Pues bien, un elemento fundamental en el aditamento interior, era el espejo retrovisor; arma letal, en la mirada fiera del chofer. Era un contacto vista a vista, con el conductor, desde la pisadera, de la escalera trasera,
El espejo retrovisor era siempre redondo y condición Sine Quanon, era la ubicación en el extremo superior derecho, de un tubo que servía de pasamanos. Orientado hacia el fondo de la micro, cual radar, que contiene en su imagen inversa, la mayor cantidad de especio.
Al comienzo los espejos retrovisores era comunes y corrientes; incluso yo diría más corrientes que comunes, dada su grado alto de distorsión, que a veces implicaba que la señora gorda, que acaba de pasar, por el pasillo hacia el fondo, después de la quinta fila, se comienza a ver como un humanoide.
Cual lentes normales, podían cubrir muy poco del espacio de la micro, lo que obligaba a tener un espejo cuadrangular, sobre la visera del conductor. Ese era de formato cinematográfico, de mejor resolución óptica.
En cambio el retrovisor atacaba por el costado, tratando de priorizar la visión de la escalera posterior, pero siempre en un primer plano, que en algunos casos alcanzaba el detalle.
Con el paso de los años, fue necesario, la adición de un segundo espejo retrovisor, de iguales características al delantero, pero en la parte trasera. La visión ahora, si bien no era panorámica, permitía la fragmentación de la micro en sus espacios más críticos.
Con el tiempo, la introducción de espejos más sofisticados, de visión panorámica, amplió la visión, pero achicó los elementos en la imagen. Ya no era posible distinguir al tipo de la última fila, ya no por aberración, sino por distancia focal, ahora entonces, el humanoide, podía ser un humano. Pero desdibujado al límite de transformarse en un punto que se desplaza en la penumbra...
Independientemente de todo lo anteriormente expuesto, el elemento unificador, en primera instancia, era la decoración; la cual podía constar de unos flecos en color rojo o amarillo, en busca de un símil, con los pétalos de una flor. Esto podía variar Ad Libitum, dado el ejercicio pleno de la libertad decorativa.
Con el advenimiento del Pop Art. Los micros se llenaron de colores y formas, psicodélicas, de distintos tipos. Que ya analizaremos en su debida oportunidad. Lo consistente es que producto de estos nuevos conceptos, se fueron adoptando, los íconos del Por Art, como elementos fundamentales de la decoración. Desde signos de la paz, hasta la palabra FEO, comenzaron a decorar, tímidamente el espejo retrovisor. Que ya transformado en elemento importante, podía incluir luces parpadeantes, herencia del Arte Cinético, hasta autoadhesivos con los más increíbles diseños y logotipos.
De todos los íconos del Pop Art, el más usado, pegado, pintado y reproducido, es sin lugar a dudas la lengua, Logotipo de los Rolling Stones, transformado en ícono del movimiento, en manos de su creador de Andy Warhol, inspirado en la boca y lengua de Mick Jagger.
Yo creo que Andy Warhol, jamás se imaginó que su lengua iba a ser tan Pop-ular, dentro del gremio de dueños y conductores de micro, en nuestro país; todos en su mayoría al margen absoluto del conocimiento, teórico del movimientos Pop, ni de su mayor exponente.
Al chofer, en su absolutamente ignorancia, estética, le gustaba tanto la lengua, que la compraba en diferentes formatos, terminando por pegarla, en las zonas más increíbles de la micro. La lengua estaba por todas partes y en todos los espejos retrovisores.
El espejo retrovisor, tenía por lo demás muchos elementos, que lo hacían estar más cerca del pueblo (Pop) y de sus abstracciones estéticas (Art). Era el espejo donde la señora se miraba y se arreglaba el peinado, el empleado antes de llegar al paradero, se arreglaba la corbata, el joven novio, se ajustaba el cabello, y el señor antiguo, enderezaba su sombrero. A todos sin excepción les sacaba la lengua la dupla Jagger-Warhol.
La lengua desvergonzada, irreverente, al borde de La Náusea de Jean Paúl Sartre.
Esa lengua repetida millones de veces. Serializada. Copiada. Reproducida. Como Warhol, lo deseaba.
El movimiento artístico, ARTE POPULAR (Pop Art) ahora estaba en manos del pueblo y en sus manos se repetía y se masificaba, sin la necesidad del entendimiento teórico, ni de las explicaciones del mismo.
La completa prescindencia del discurso plástico, en la efectividad de su praxis, daba por sentadas las bases, del movimiento que sella, el modernismo, desde las artes plásticas hasta la performance, para dejar encaminado el Post Modernismo de los ochenta.
El Por Art, es la manifestación empírica de la posibilidad del acceso, manejo y expansión, del arte, a niveles populares, donde no existe, el marco teórico, que posibilite la entelequia, del fenómeno.
Ahí reside la genialidad de Andy Warhol. La creación de una dinámica que se basta así misma, no necesita del proceso de la abstracción, para obtener un sentido, mediante la explicación, mediante el acceso al conocimiento a través del arte.
La lengua de Warhol, se instara como una obra de arte, infinitamente masiva. Está en las poleras, en los autos, en los baños, en cualquier lugar. Cualquier lugar puede ser idóneo para que la obra de arte se exhiba y funcione, más allá del entendimiento del espectador. El acercamiento del público al arte de Warhol, tiene una puerta de entrada, reconocible. Hay una forma, una figura distorsionada, que le permite arrancar del figurativismo, de siglos anteriores, tiene un contenido irreverente, que lo acerca, en su ironía, al gusto del pueblo. Gente común y corriente. Que no tenía idea de este señor de pelo blanco. Pero que cada vez que veía la lengua, no podía dejar de sonreír.

viernes, diciembre 12, 2008

Desde lo Efímero a lo Eterno

Un teórico del teatro decía por ahí que, una característica fundamental del teatro es, su carácter efímero. Donde la vida de los personajes, sus pasiones, alegrías, emociones etc. Sólo duran, lo que dura la representación de la obra. La magia dura ese instante, en que el actor, despliega toda su creatividad para ponerla al servicio de un personaje. Siendo esto parte de una convención circunstancial. Un acuerdo entre el público y el actor, respecto a la realidad que se manifiesta en cada representación. Terminada la función, se pagan las luces, se baja el telón y de lo vivido sobre el escenario, nada queda. Salvo el vago recuerdo en la retina del espectador, de lo vivido al interior de la sala, donde personajes ficticios, cobraron vida, mediante la generosidad del actor, que les prestó su cuerpo, su voz, su alma, para que la magia se manifestara. Salvo registros en vídeo, de lo representado, el trabajo del actor desaparece sin dejar más huella, que el recuerdo en los asistentes a la función. Hamlet, ha sido representado miles de veces por innumerables actores, el personaje existe en el papel, pero la representación del mismo, pertenece al terreno de lo efímero. Una vez que el actor ha desaparecido, solo recortes y fotografías quedan del estreno de la obra. Nada más.
En oposición, la fotografía captura el instante, congelando el tiempo, otorgándole un carácter eterno, mientras no se destruya el soporte, en la cual la imagen, se sustenta.
A la inversa del teatro, con el desaparecimiento del fotógrafo, su trabajo visual, sus imágenes, lo trascienden en el tiempo. Donde sujeto y objeto vinculados a ese instante, quedan congelados en el tiempo, que se vuelve actual, cada vez que contemplamos nuevamente la imagen. Desde ese punto de vista, la fotografía nos permite capturar la esencia de las cosas, más allá del devenir del tiempo, que todo lo borra o destruye. Por eso la fotografía se ha vuelto cada vez más popular. Nuestra inconsciente necesidad de detener ese tiempo que se nos escapa entre las manos, es a través de la fotografía, ya sea realizada esta en una sofisticada cámara, o en un sencillo celular. La imagen queda, permanece, más allá de nosotros mismos. Desaparece todo lo demás, pero la imagen persiste en el tiempo, acercándose a aquello, que lejos de lo efímero se encamina por lo eterno.


jueves, diciembre 11, 2008

El Artista y su Obra




Mucho se ha especulado respecto a la relación del artista con su obra. Respecto a su importancia, o las características de esta relación biunívoca. Hasta finales del siglo XIX, ambos conceptos parecían ir de la mano, pero con distancia y diferencias, haciendo clara delimitación entre la obra, como producto, y el ser humano que realiza la creación. Incluso avanzado el siglo XX, con las teorías Freudianias, el asunto pareció tener una vuelta de tuerca, al ser separados en el artista, el Ego, el Super Ego. Remedos de la división cuerpo y alma, de siglos anteriores. Como si el artista se pudiese diseccionar, descuartizar en partes, donde residiría su humanidad por un lado y su creatividad por otro.
Con el advenimiento del movimiento dadaísta, en el Café Voltaire en Zurich, en 1913, nace una nueva concepción, que de nueva no tiene nada, sino un retorno a los orígenes, donde el artista y su obra eran uno solo. Existía una unión indivisible entre la forma y el contenido, entre la creación y el creador.
Con el nacimiento del Dadá, ya nada volvería a ser lo mismo. Ni la obra, ni el artista serían uno más importante que el otro. Como categorías dicotómicas de un mismo ser. La obra comenzó a ser el artista y viceversa, el artista comenzó a ser valorado como la verdadera obra. Por lo tanto su intimidad como ser humano, ya no estaba mediada por la representación de sus emociones, sentimientos o pensamientos. La obra sería una extensión del artista, la materialización de su presencia, de su alma. La división entre artista y obra se perdió para siempre dando origen a un arte conceptual, que derivaría en la performance. Una obra que ocurre en el instante, de la cual nadie se puede apropiar, y en la cual el artista está inmerso en su obra. No está distanciado de ella, la contiene. Es así como la vida íntima del artista, se comienza a reflejar cada vez, en forma más progresiva y concreta en la obra. El artista interviene su obra, al punto tal de intervenirse él mismo.
Es así como Marcel Duchamp, atrapa el polvo de su habitación, en Le Grand Ver.
Man Ray comienza fotografiar desde un punto de vista personal, donde lo fotografiado tiene más que ver con él como artista, que con el objeto que fotografía.
De igual manera Jackson Pollock, lleva al extremo la intromisión del artista en la pintura, al sacar la tela del bastidor, ponerla en el suelo y meterse él dentro del cuadro, con un tarro que chorrea pintura, donde sus gestos mínimos de desplazamiento, quedan plasmados tras capas y capas de color, entre línea y línea.
Ya Artuad, había inaugurado esta nueva concepción, desde el teatro de la crueldad, donde su vida comienza a ser la verdadera obra de teatro. Y de ahí al Body Art, producto del movimiento Beatnic, originado por el grupo Fluxus, llevaría a la intervención corporal, a la categoría de obra de arte. En este sentido Andy Warhol, presenta esta propuesta a las masas, dentro de la concepción del Por Art. Cuando es baleado en The Factory y queda en grave estado; considera que eso es una obra en si misma, por lo tanto, a penas sale del centro de salud, desnuda su torso fisurado, por las marcas de las balas, se fotografía y le vende a la revista Vogue, en una imagen en blanco y negro, que es una obra magistral del Pop Art.
Robert Rauchemberg, toma su cama y la instala como cuadro, la cuelga y la pinta, dejando en evidencia que aquello que pertenece al ámbito privado del artista es lo más preciado como obra de arte.
Muchas veces me han insistido sobre la necesidad de conocerme como ser humano, dislocado de mi actividad como artista. Y una vez que rasuré mi torso, para una sesión de fotografía, una amiga ya estaba pidiendo hora al psiquiatra. Hace pocos días, esta polémica personal en relación a mi obra, volvió a suscitar la diatriba: ¿ qué es primero, el huevo a la gallina?. A saber, para todos los que desean conocerme como ser humano, ambos.
Como dijo en una oportunidad mi admirado director de cine alemán Werner Herzog; -Mis películas soy yo-.
De la misma manera, como en el Evangelio se dice: “por sus obras los conoceréis”, la única forma de llegar a conocer realmente a un artista, es a través de la contemplación , análisis, exégesis y goce de su obra. Donde el artista y obra son uno, indivisible e inconmensurables.