viernes, octubre 16, 2009

TRAICION: Pinter, Ema y un Gato

TRAICION:
Corrían los finales de los años 80, y conversando con mi gran maestro de actuación, Ramón Nuñez, se presentó la oportunidad de traducir, la maravillosa obra de Harold Pinter. Pudimos adentrarnos en la ambientación de época, en Londres y su mundo. En el montaje también aparecieron hasta los Beatles, con Yesterday, por primera vez en el teatro universitario. El trabajo que propuso Ramón, llevó la investigación previa, a la elaboración de un montaje de carácter experimental, como parte de un examen de la Escuela de Teatro de la Universidad Católica. Experimental porque partía de un realismo que devenía en absurdo, en el sin sentido, de una existencia que se debate entre, las situaciones emocionales, que pretenden ser real, sostenidas solo en los juegos de poder y de deseos, en medio de un extraño triángulo amoroso gay. Toda una novedad para esos recordados años ochenta.
La mañana, de ese sábado estaba un poco fría, como de costumbre. Algo de Londinense parecíamos reconocer hasta en la bruma del amanecer. Las luces, de la sala 2 de ensayo, de la Universidad Católica, estaban encendidas, las sillas y el escritorio, como siempre dispuestos, a comenzar con el duro trabajo de mesa, que realizábamos en horas extraordinarias, fuera de lo habitual.
La sala vacía se veía más grande que de costumbre, pero había un fuerte y penetrante olor a gato.
Tratando de resolver desde dónde venía el olor. Apareció de improviso Orietta, que encarnaba a Ema, con un diminuto gato entre los brazos.
-Ayyyy, dime Carlitos, que no es lindo-, comentó con los ojos bien abiertos detrás de los anteojos.
-La verdad es que nunca me han gustado los gatos-, contesté intrigado.
-Pero como no te van a gustar...,si son tan lindos-, prosiguió.
-Serán lindos, pero el olor es insoportable, y además, mi mamá decía que son traicioneros-, acoté.
-Eso depende, este, es muy educadito-, concluyó
-¿Y cómo se llama el gato?-, pregunté, nuevamente intrigado.
-Ay!, no se cómo ponerle: Tito, Raúl ó Ramón-, prosiguió, con una leve sonrisa.
-Pero cómo le vas a poner Tito...-, proseguí.
En ese instante irrumpe Ramón, a gran velocidad, vestido de un buzo color rojo intenso, al momento que saluda, con un: -... " ¿Hola chiquillos, cómo están?..."-
-Tenemos nuevo integrante en la compañía...-, le digo.
-Siii, dice Ema: ¿no te parece lindo?...-
-Pero...y cómo vamos a ensayar con un gato...,Orietta por Dios...?-, contesta Ramón.
-Es la único que faltaba...-, le comento como en un aparte de Shakespeare.
-Ayyy, pero no se pongan así, si yo igual puedo ensayar con el gatito...-, agrega melosamente.
- Y es hediondo el gato...-, asevero. - Que ni te cuento...-
- Bueno... que diablos!!, tendremos que hacerlo con gato...-, concluye Ramón.
Comenzamos a leer sentados, cuando de repente, en un momento álgido del texto, Orietta se para con cara de terror. Ramón y yo la miramos, como impresionados por la capacidad actoral, de la actriz, al momento que grita: -...¿Dónde está el gato!!! ?- . Y sale corriendo hacia el patio de la Escuela.
Ramón y yo, nos quedamos perplejos. Enfurecido, hago un gesto, de reprobación. Ramón me mira, con irónica sonrisa y me dice:
-...Yo creo que vas a terminar casado con la Orietta, Carlos, y van a vivir felices, en una casa llena de gatos....-, concluye. Las risas no se dejaron esperar.
Pasaron los años y una similar mañana de sábado, mientras supervisaba a mis empleados, uno de ellos se acerca y me dice:
-Don Carlos: Ud. conoce a Ramón Nuñez?...-, con gesto incrédulo.
-Porsupuesto, le digo, fue mi maestro en la Universidad Católica-, señalo enfático.
-Hoy dia, estaba escuchando la radio, lo estaban entrevistando y va a estrenar una obra, que se llama Traición-, me dice.
- Pero claro, le digo, si la traducción la hicimos en conjunto-, respondo con nostalgia.
El hombre se retira y me sorprende la situación y me queda dando vueltas la idea, de lo traicioneros que son los gatos y el tema de la obra.
Miré por encima de los bultos que comenzaban a mover y logré distinguir a la distancia, un gato que se paseaba por entremedio de los cartones.
-¿Cómo se llama el gato...?-, pregunté, a los trabajadores.
-No tiene nombre-, dijo uno.
-Bueno, entonces, desde hoy, le vamos a decir Pinter, para que no se les olvide, el nombre de la obra: Traición-.

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