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Mucho se ha de escribir y especular sobre la gran figura del
pop. Lo cierto, es que los hombres y su pequeña humanidad, casi siempre son superados por la imagen y el mito que construyen, los imperios de los medios de
comunicación. Siempre que un hijo de obrero, llega alto, es
susceptible de
cuestionamientos y juicios apresurados, mediados por el
afán de la
obtención de dinero. Le
ocurrió al hijo del carpintero de Galilea y a tantos otros.
Michael Jackson, no era
Michael Jackson, apenas un ser humano que solo
quería que lo amasen y que en virtud de ese deseo, se entregaba a la música y el baile, enloqueciendo a las multitudes y enriqueciendo a los poderosos. Nunca los
ídolos pueden disfrutar de sus logros, sus vidas
están plagadas de infelicidad e infortunio. La fama les llega como una
maldición, que los obliga a mantenerse como máquinas de producir dinero para otros, que los alaban y
profitan de sus talentos.
Ídolos que no se pueden retirar, porque el
showbusiness, se lo impide. La figura comienza a devorar al ser humano. ¿
Qué queda de ellos, con el paso del tiempo?: solo una imagen, una imagen sonora, una imagen
pùblica, una imagen digital. De sus dolores y
alegrias, solo un recuerdo vago y difuso, como sus certezas. La
máquina del poder de los
massmedia, los utiliza hasta el
limite de la existencia,
obligándolos a seguir, una y otra vez, haciendo el mismo
show, no aceptando ni escusas ni ruegos. El
show debe seguir. En esa obligatoriedad, se entrama el sufrimiento, en aquello, que por ser su arte, el fruto de su talento, convierte, aquello que los libera, en un verdadero calvario, que los mantiene prisioneros de esa figura
mítica, que los sobrepasa.
Horas y horas de ensayos, agotadores hasta el extremo, por esa
perfección, que busca el artista, cuando se encumbra, por sobre la genialidad. Horas de ensayo sin descanso, en pos de un
público anónimo, que hoy
estará llorando la
desaparición, de un artista que ya no tiene la
obligación de ensayar, que ya no tiene la
presión del mercado por superar las ventas, como nadie, en la
música pop.
Se han apagado las luces, el
show ha terminado para siempre, la gente se ha retirado y el escenario queda nuevamente
vacío.
Vete a casa,
Michael. Mañana no hay
función: descansa en paz.
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