Con vientos huracanados, que apenas me permitían sostener la cámara, en medio de la lluvia, me recibió el Calafquén. Los espíritus suspendidos en el viento, recordaban el punto exacto, donde eran portadores, de los ecos de la selva, y rugían en la tormenta, levantando las aguas, estampando en el cielo los recuerdos, bañando mis ojos de agua volcánica, para que no olvidaran los reflejos del fuego y la lava, que del Volcán Villarica, raudos como mi sentir, descendieron.
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