El vagón del ferrocarril serpenteaba, por la colina,raudo hacia el sur, que se vestía de verde y amarillo a ratos, esa mañana,en que todo daba vueltas en mi cabeza, a ritmo de tren, a sal tillos, de corchea, sobre tus labios que descendían lúbricos por mi sexo, a contrapunto, de mis latidos, una y otra vez, en busca del néctar de los dioses, que te inundaba, por entero, tras cada gemido, de mañanas, de atardecer es...,cuando mi lengua, recorría lentamente tu piel, desde tu cuello, extendido sobre las sábanas de colores, que bebían de Van Gogh, hasta la más abyecta profundidad, de lo prohibido, de mis manos que jalaban, hacia atrás tu negra melena crespa, como un manojo de trenzas, en cada bocana de aire, que llenaban los silencios, de tus caderas atadas a mis dedos, en la violenta danza entre las sombras, que invocaban a Goya, en tus ojos fundidos con los míos,de la memoria, en la retina, buscando la madrugada, sedienta de estrellas, embriagadas de sudor.
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