Tocado y hundido
Pero antes de la llegada de ese supuesto accidente aéreo que ayudaba a soportar la posibilidad de una muerte por enfermedad, ocurriría el fallecimiento de la propia Carol Dunlop. "Silvia, recibo hoy tu postal de Túnez. Lo que tengo que decirte es horrible: Carol murió el 2 de este mes [noviembre de 1982], después de dos meses en el hospital donde nada pudieron hacer para salvarla", escribe hundido Julio Cortázar a la traductora. "Estoy en un pozo negro y sin fondo. Pero no pienses en mí, piensa en ella, luminosa y tan querida, y guárdala en tu corazón".
Habitar la soledadDespués, el silencio. Y la llegada del Cortázar más triste, del escritor más harto de su cuerpo. "No tengo planes y sólo pienso en terminar el libro que hicimos juntos Carol y yo, y que tengo que completar yo solo ahora. Se lo debo, quiero que salga, en este momento es mi única manera de seguir junto a ella, hablándole y escuchándola". Ella tenía 30 años menos que él. Él estaba terriblemente enamorado, incapaz de salir adelante. "Silvia, no te escribiré más por hoy, me cuesta hacerlo, estoy tan solo y tan deshabitado".
Julio murió de leucemia a los 69 años de edad, en 1984, en el Hospital Saint Lazare, después de diez días de cama, y dos años después del fallecimiento de Carol Dunlop. En la última carta que se recoge en este fantástico libro, fechada en noviembre de 1983, reconoce a Silvia Morós-Stojakovic que anda mal de salud "y no puedo escribirte largo, tengo que quedarme en París hasta que me curen y pueda viajar otra vez a Nicaragua".
Esa fue una obsesión que aparece una y otra vez en las líneas a tres bandas, la del viaje, la de la marcha incansable a pesar de todo.
Julio murió de leucemia a los 69 años de edad, en 1984, en el Hospital Saint Lazare, después de diez días de cama, y dos años después del fallecimiento de Carol Dunlop. En la última carta que se recoge en este fantástico libro, fechada en noviembre de 1983, reconoce a Silvia Morós-Stojakovic que anda mal de salud "y no puedo escribirte largo, tengo que quedarme en París hasta que me curen y pueda viajar otra vez a Nicaragua".
Esa fue una obsesión que aparece una y otra vez en las líneas a tres bandas, la del viaje, la de la marcha incansable a pesar de todo.
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