Y Yo estaba como siempre, distraído.
Tu sabes..., distraído de mi mismo.
El asunto es que, de improviso, algo me llamó la atención en la portada, de aquella publicación.
Un olfato ciego.
En vértigo.
Hacia la tómbola de las páginas.
Donde se detuvo la incertidumbre.
De quien no busca nada, hasta que apareces.
Tu, mirando desde el fondo.
Y Yo, absorto en tus pantorrillas.
Y en aquel roce.
De los pómulos a los labios.
De los labios a los dientes.
Del mordisco al quejido.
Y Tu, estabas nuevamente.
Mirándome.
Como absorta.
Mirándome.
En silencio.
Con unos ojos eternos.
Que hacían del cielo, tu mirada.
Tratando de auscultarme.
Tratando de entrar en mi.
Y en mi búsqueda, de la verdad.
Y yo, nuevamente mordisqueando tus pantorrillas.
Al momento que tus pies.
Sobre mi cuello.
Alrededor de mi cabeza.
Me hacían ver como Mercurio,
El verbo alado.
Mi dios regente.
En el reflejo de aquellas sombras.
Que nos seguían, desde lejos.
Entonces...,
El tiempo se deshizo.
En trazos del intenso rojo.
Que te poblaba, desde siempre.
Ese rojo que no dejabas confundir.
En cada alegría de tu rostro.
Y ahí estabas nuevamente..
Mirándome.
En un silencio sordo, de si mismo.
En la textura de un nuevo alarido.
Vertiéndose de tus labios.
Inundando los espacios.
Rebotando en las esquinas.
Como un eco, disfrazado de recuerdo.
Y ahí, estaba Yo.
Mirándote, ahora sin disimulo.
En la feroz ansia.
De conternerte toda.
A fragmentos de silencios.
A cierta tesitura.
Que se desprende de tu pelo.
Carvajal Art 2010
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