jueves, diciembre 13, 2007

Efímero Teatro

El fin de semana tuve un casual encuentro con un espectador de una de las performances-teatro, que habíamos realizado en la década de los noventa, el '92, con el grupo Resistencia Cultural, que lideraba Vicente Ruiz, y que protagonizaba Patricia Rivadeneira. Fundamentalmente nos centramos en el espectáculo que él había visto, Dracula, en adpatación de J. Vilchez y del propio Vicente Ruiz. Eran tiempos de efervecenscia, aún quedaba algo del mareo de la alegría que venía y al parecer a quedarse. Una época donde unos seños o un pubis, al aire en un escenario era un acto provocador. Contábamos con el apoyo de las autoridades del Goethe Institut. El cual se había concertido en un "paraguas", durante la dictadura, para grupos de teatro y músicos, y artistas en general.
El recuerdo de tantas emociones vividas, durante esas presentaciones y como todo eso se acalló por la prensa de la época, dejan al tiempo sin registros de aquello, más que la memoria, ya no colectiva sino individual de una persona, espectador reencontrado por casualidad. Lo efímero del teatro radica en su finitud, en el rastro que deja solo en la memoria, del espectador y que diluye en el tiempo, dejando pocos rastros, salvo el vívido recuerdo de la emoción. El teatro se esfuma, pero la emoción, en forma perenne, continua persistiendo en el tiempo.




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