martes, agosto 31, 2010

El Amor de Locos: Entre Carol y Julio


Normalmente cuando alabamos, las creaciones de los grandes del arte, poco nos detenemos, en el hecho de que esos artistas, no llegaron a serlo sólos. Al parecer, nadie ha podido lograrlo. Con un supuesto dialéctico, que nos desplaza, desde las categorías dicotómicas, del discurso, hasta la confabulación entre el Ying y el Yang, las relaciones amorosas, en torno al arte, permiten que uno y otro, se potencien, llegando a ser el famoso, la cara visible de un trabajo en conjunto, de una labor creativa, que va desde la cama a la máquina de escribir, de la cama a la cámara, de la cama al escenario, de la cama al atelier etc., etc. Es así, como estas figuras, que permanecen en una aparente segundo plano, son los puntales del creador. Son quienes lo reinventan, para nosotros, le dan el norte de sus vidas y los hacen plenos para la historia.
De esta manera, Julio Cortázar, no existiría si no fuese por Carol Dunlop, su segunda esposa. Carol, es Julio Cortázar. Y Julio, solamente un señor que traduce unos escritos, mientras juega con la máquina de escribir, los tiempos y los espacios. Es Carol, quien en su profundo amor: Amor de locos, por cierto, nos transforma al señor de las traducciones, en el genio de la literatura latinoamericana. Es ella, quien se nos aparece detrás de las palabras y los versos, que trata de atrapar Julio, en cada respiro de cielo. Ella, que mira a través del lente a este señor, que más bien es un Cronopio. Ella, que amó a un gran hombre y que nos dejó como legado, a un eterno Cortázar.

Carol: gracias por amar tanto a Julio. ¿ Qué sería de los locos, como nosotros, sin el amor de Uds.?
Carvajal Art 2010

El Amor de Locos: Entre Carol y Julio


Tocado y hundido

Pero antes de la llegada de ese supuesto accidente aéreo que ayudaba a soportar la posibilidad de una muerte por enfermedad, ocurriría el fallecimiento de la propia Carol Dunlop. "Silvia, recibo hoy tu postal de Túnez. Lo que tengo que decirte es horrible: Carol murió el 2 de este mes [noviembre de 1982], después de dos meses en el hospital donde nada pudieron hacer para salvarla", escribe hundido Julio Cortázar a la traductora. "Estoy en un pozo negro y sin fondo. Pero no pienses en mí, piensa en ella, luminosa y tan querida, y guárdala en tu corazón".
Habitar la soledad

Después, el silencio. Y la llegada del Cortázar más triste, del escritor más harto de su cuerpo. "No tengo planes y sólo pienso en terminar el libro que hicimos juntos Carol y yo, y que tengo que completar yo solo ahora. Se lo debo, quiero que salga, en este momento es mi única manera de seguir junto a ella, hablándole y escuchándola". Ella tenía 30 años menos que él. Él estaba terriblemente enamorado, incapaz de salir adelante. "Silvia, no te escribiré más por hoy, me cuesta hacerlo, estoy tan solo y tan deshabitado".

Julio murió de leucemia a los 69 años de edad, en 1984, en el Hospital Saint Lazare, después de diez días de cama, y dos años después del fallecimiento de Carol Dunlop. En la última carta que se recoge en este fantástico libro, fechada en noviembre de 1983, reconoce a Silvia Morós-Stojakovic que anda mal de salud "y no puedo escribirte largo, tengo que quedarme en París hasta que me curen y pueda viajar otra vez a Nicaragua".

Esa fue una obsesión que aparece una y otra vez en las líneas a tres bandas, la del viaje, la de la marcha incansable a pesar de todo.