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martes, octubre 25, 2011

De Un Solo Tajo

Aquella mañana
era fria
como muchas otras
a pesar del sol
que se elevaba
a punta de cada
inflexión de TU voz.
YO estaba
en el extremo
de mi mismo
enfrentado al abismo
del ser y la nada
Pensando en Sartre y Kundera
tendido me quedé dormido.
Mis manos como alas
emprendieron un vuelo
en la evanescencia
de mi inconsciente YO
abandonado al TU
que me recorría
en cada latido
de la obscura presencia
del aciago futuro
que se me venía
encima al despertar.
Entre destellos de ceguera
apareció tu rostro
repetido una y otra vez
en miles de voces
en miles de pieles
como un cuadro de Warhol
al momento
en que los pájaros
del deseo
eran cómplices
de mi amor
extendido por toda la tierra
aniquilando fronteras
fundiendo banderas
acortando distancias
enarbolando los tiempos
muertos en su propia risa.
Demoré en volver a la vida
y un beso tuyo
fue la certeza de la eternidad.
Entonces ningún verso se resistió
a tu presencia.
Benedetti, Cortazar y Neruda
habían dado el si
en mis labios sellados de silencio.
Jodorowsky andaba buscando
un mantra que me sostuviese
en el calvario que se avecinada
a la vuelta de cada cruz.
La Viola cantaba
en tus cansados pies
sedientos de libertad
de cada camino
en la penumbra
del susurro
vertido a mares
de vientos
que destruyen
cadenas y barrotes
prisiones y candados.
Y Víctor se reia
en tus ojos
como la promesa cierta
de aquello que sabemos
que existe
pero que callamos.
La mecánica cuántica
me dejó sin Dios
de un solo tajo.
Y TU
sin canto
donde anidara
mi llanto
en un universo
sordo de estrellas
de un finito espacio
que sabe a nada
que huele a muerte
por destino.

Carvajal Art 2011

martes, agosto 31, 2010

El Amor de Locos: Entre Carol y Julio


Normalmente cuando alabamos, las creaciones de los grandes del arte, poco nos detenemos, en el hecho de que esos artistas, no llegaron a serlo sólos. Al parecer, nadie ha podido lograrlo. Con un supuesto dialéctico, que nos desplaza, desde las categorías dicotómicas, del discurso, hasta la confabulación entre el Ying y el Yang, las relaciones amorosas, en torno al arte, permiten que uno y otro, se potencien, llegando a ser el famoso, la cara visible de un trabajo en conjunto, de una labor creativa, que va desde la cama a la máquina de escribir, de la cama a la cámara, de la cama al escenario, de la cama al atelier etc., etc. Es así, como estas figuras, que permanecen en una aparente segundo plano, son los puntales del creador. Son quienes lo reinventan, para nosotros, le dan el norte de sus vidas y los hacen plenos para la historia.
De esta manera, Julio Cortázar, no existiría si no fuese por Carol Dunlop, su segunda esposa. Carol, es Julio Cortázar. Y Julio, solamente un señor que traduce unos escritos, mientras juega con la máquina de escribir, los tiempos y los espacios. Es Carol, quien en su profundo amor: Amor de locos, por cierto, nos transforma al señor de las traducciones, en el genio de la literatura latinoamericana. Es ella, quien se nos aparece detrás de las palabras y los versos, que trata de atrapar Julio, en cada respiro de cielo. Ella, que mira a través del lente a este señor, que más bien es un Cronopio. Ella, que amó a un gran hombre y que nos dejó como legado, a un eterno Cortázar.

Carol: gracias por amar tanto a Julio. ¿ Qué sería de los locos, como nosotros, sin el amor de Uds.?
Carvajal Art 2010

El Amor de Locos: Entre Carol y Julio


Tocado y hundido

Pero antes de la llegada de ese supuesto accidente aéreo que ayudaba a soportar la posibilidad de una muerte por enfermedad, ocurriría el fallecimiento de la propia Carol Dunlop. "Silvia, recibo hoy tu postal de Túnez. Lo que tengo que decirte es horrible: Carol murió el 2 de este mes [noviembre de 1982], después de dos meses en el hospital donde nada pudieron hacer para salvarla", escribe hundido Julio Cortázar a la traductora. "Estoy en un pozo negro y sin fondo. Pero no pienses en mí, piensa en ella, luminosa y tan querida, y guárdala en tu corazón".
Habitar la soledad

Después, el silencio. Y la llegada del Cortázar más triste, del escritor más harto de su cuerpo. "No tengo planes y sólo pienso en terminar el libro que hicimos juntos Carol y yo, y que tengo que completar yo solo ahora. Se lo debo, quiero que salga, en este momento es mi única manera de seguir junto a ella, hablándole y escuchándola". Ella tenía 30 años menos que él. Él estaba terriblemente enamorado, incapaz de salir adelante. "Silvia, no te escribiré más por hoy, me cuesta hacerlo, estoy tan solo y tan deshabitado".

Julio murió de leucemia a los 69 años de edad, en 1984, en el Hospital Saint Lazare, después de diez días de cama, y dos años después del fallecimiento de Carol Dunlop. En la última carta que se recoge en este fantástico libro, fechada en noviembre de 1983, reconoce a Silvia Morós-Stojakovic que anda mal de salud "y no puedo escribirte largo, tengo que quedarme en París hasta que me curen y pueda viajar otra vez a Nicaragua".

Esa fue una obsesión que aparece una y otra vez en las líneas a tres bandas, la del viaje, la de la marcha incansable a pesar de todo.

martes, diciembre 29, 2009

Carvajal, Gustavo Cerati y Tú

Yo me había levantado, con algunas imágenes del Libro de Manuel, de Julio Cortázar, en mi mente, que te había pasado el día anterior y Tú, como siempre insistiendo con Rayuela, tanto así, que esa mañana, estaba como otras, medio complicado, simplemente porque era sábado y los días como esos, era de suponer que algo del todo podría resultar, francamente mal. Pero como el acto, de reírse de nosotros mismos, llenaba todas las mañanas, podría ser una de esas, en que solo podría ocurrir, una nota sobre otra. Tú, sabías cuanto me había costado, conseguirme ese teclado y que había estado toda la noche, elaborando esas interminables secuencias, que habría de mezclar, en algún momento de respiro, a ese devenir, que se venía sobre mí, como una especie de maldición. Tu risa, levantaba todos los colores del alba. Y Tú, con la preocupación de preparar un guacamole, como no lo he probado jamás. No se, cómo fuimos a parar al supermercado. Tú, buscando las paltas, las cebollas y todo lo demás. Yo, pendiente de la radio que no dejaban, de llamarme, para anunciarme alguna desgracia, de aquello que no tenía nada que ver conmigo. –Olvídate-, me dijiste entre risas, mientras yo trataba de cuadrar una nota con otra y el fa sostenido, que se confundía, con tu olor, que me inundaba por entero. Aún era de mañana y nos subimos a mi camioneta y yo te dije: -mira: esto lo compuse anoche-. Esperamos un momento, a que se escuchara en su plenitud. Tú, me miraste con esos enormes ojos claros, entre tus bellos cabellos rubios, al instante que dices:- Yap, vamos, la Ale debe estar esperándonos-, y yo, que ya me había tomado un par de cervezas, accedí a seguir nuestro itinerario. La idea era dar vueltas sobre Avenida Apoquindo, en dirección al hermoso dpto., de Avenida IV Centenario. No lo dudé un instante. Te di un beso y la luv, giró sobre si misma para enfilar hacia el oriente. La Cordillera de los Andes, estaba majestuosa, con un sol prístino sobre nosotros. -¿Qué te pareció?-. Te pregunté, mientras trataba de enredar más tus cabellos en mi mano.-Hermoso-, me dijiste, -como todo lo que haces. Tú, sabes que eres el mejor y por eso te amo. Yap, vamos que son casi las doce-. Apurándome, entre risas, y el tema que sonaba como los dioses. La luz dio, en verde y alcanzamos a avanzar una cuadra, después de Tobalaba, cuando íbamos llegando a Avenida El Bosque Norte, me tomaste la mano, que iba sobre tus muslos, muy cerca de tu sexo como siempre. Y de repente me gritas: ¡¡Mira!! allá va Gustavo...!!.¿Quien…? te pregunté-, sorprendido. Gustavo, había salido un momento antes que nosotros del supermercado, iba con una bolsas junto a su pareja chilena, Cecilia Amenábar, muy embarazada. Tú, bajaste el vidrio y le gritaste: ¡¡ Gustavoooooo!!! Gustavo, miró. Yo detuve la luv, en medio de Apoquindo. Con la mejor de tus sonrisas, le dijiste nuevamente: ¡¡¡ Gustavo!!! Al momento que lo saludabas. Yo me incorporé, de costado sobre ti, tratando de alcanzar la ventana y le grité: ¡¡¡¡Gustavooo, te amamos!!! Gustavo, absolutamente de incógnito dejó las bolsas, del supermercado, sobre la vereda, y alzó sus manos, devolviendo el saludo, al momento que Cecilia asentía con una sonrisa. -¿Viste weón?, que era el Cerati-, me dijiste. Al momento, que como siempre, nos matábamos de la risa, de todo lo que hacíamos.
Cada vez que paso por Apoquindo, tu olor me vuelve a inundar. Seguro que Cerati no se acuerda del encuentro. Pero ahora que un nuevo integrante, te hace feliz y hace solo unos días, este tema se escuchó fuerte, acá en Santiago de Chile, pensé que Gustavo debería saberlo.
Señoras y señores con Uds., un testigo de mi amor, el señor Gustavo Cerati.
©2009 Carvajal Art.