miércoles, enero 13, 2010

Carvajal y Pedro Quezada



Llegamos bastante tarde, a la Laguna de Aculeo esa noche, habíamos estado filmando todo el día y apenas descansado, un par de horas, antes de emprender viaje, desde Santiago de Chile.


Alvaro, comenzó a buscar algo en la despensa, con el objetivo de preparar comida, para todo el grupo que venía en camino, con los equipos. Unos huevos y un arroz graneado, fue el improvisado menú, entre anécdotas de la niñez y de como el cine había llegado a mi vida, cuando hacía cortos, en formato de 8 mm.



El grupo no tardo en llegar y luego de una amena comida, nos pusimos a conversar, con Pedro Quezada y Erika Pulgar, de cine, tratando de alejar al sueño, que se nos venía implacable, sobre nosotros.


En aquella oportunidad, señalé que un actor sin un director, no existe, no es nada. Simplemente porque el actor no se puede dirigir así mismo, ya que la percepción de su trabajo, depende de la percepción del director, que tiene la imagen de la totalidad de la obra, mas allá de la particularidad, de un personaje.


Desde un comienzo, la relación entre actor y director, fue excelente, ya que la disposición a entregarme a la visión que Pedro, tenía de Néstor, dejaba amplios espacios, para la creación, desde mi visión y concepción actoral. Néstor era un personaje difícil, ya que no tenía textos y todo su mundo estaba sugerido por el entorno y ciertas actitudes físicas, que daban cuenta de un personaje, atormentado por sus recuerdos, su culpabilidad, agobiado por la sensación de abandono y pérdida. Un personaje que se concentra solo en sobrevivir, mediante la recolección y venta de cartones usados, en medio de un ambiente hostil y despiadado, donde el hambre es la constante, en el epicentro de su miseria.


Pedro, comprendió de inmediato, que la construcción de Néstor, pasaba por un proceso de creación que se sustentaba en las diferentes propuestas que yo le realizaba, en cada ensayo y la opción, de su elección, en vistas a concretar, su concepción del personaje, materializado a través de mi trabajo.


Por lo general los directores son de pocas palabras, ya que su medio de expresión son las imágenes y el formato cinematográfico, mediante el cual llevan adelante, la estructuración de su relato. De ahí que, la relación director-actor, sea compleja y requiera, mucho afecto. Aunque parezca paradójico, en la creación de un personaje, se aplica un método rigurosamente estricto, pero la relación con los actores, necesita invariablemente, mucha comprensión y afecto, por parte de quien tiene la responsabilidad de dirigir.
Los actores, son seres complejos y extremadamente sensibles. Ya que su labor es muy difícil, en la medida en que se ubica en un plano esquizofrénico, donde experimentan la sensación de transformarse en otros, que no son ellos mismos. Este traspaso desde un YO a un OTRO, lleva contenido, en forma subyacente, todos los elementos inconscientes, que afloran al momento de comenzar, la manifestación del personaje. Por lo tanto, de la afectuosa relación Actor-Director, puede generarse un proceso creativo, con un feedback permanente.



La comida terminó y yo volví sobre el tema de la relación Actor-Director,y de como uno potenciaba al otro y viceversa. Marcelo Mastroianni, decía que El no existía, que solamente existían sus personajes. Yo pienso, que Marcelo no existiría sin Fellini. Es Federico quien construye a Marcelo y viceversa. Peter Seller, Jack Nickolson, al igual que Malcon Macdowell, no serían lo que han sido para el cine sin Stanley Kubrick, que los lleva al extremo de su capacidad expresiva. Sofía Loren, no existiría sin Carlo Ponti. Marlon Brando, Robert De Niro y Al Pacino, sin Scorsesse.


Dirigir a un actor es un desafío, ya que su sensibilidad, a flor de piel, permite el encuentro de los detalles y las sutilezas que un personaje posee. Es en el afecto, donde puede nacer un nuevo ser, que es el personaje. El director debe posibilitar la manifestación del personaje, mediante la estimulación más extrema, de todas las capacidades creativas y expresivas del actor.
En este caso, de El Botero, esta relación se dio, magníficamente, con un gran respeto mutuo y con un gran afecto por el personaje y la realización de la película.


La relación, actor-director, ha de poseer, una comprensión infinita, ya que solo en esa dimensión, se puede establecer un nexo, donde la sinergia, comienza a operar en forma positiva, en función del total de la obra.


En definitiva, ha sido un orgullo trabajar con Pedro Quezada, quien ha logrado lo mejor de mi, en este filme.


Cuando nos tomaron esta fotografía, Pedro se acercó y me dijo: "Creo que es la primera vez que trabajo, con actores, tan profesionales como Uds.". Sus palabras calaron hondo y me reafirmaron, en mi concepción, de que el Arte es una manifestación de amor. Amor a lo que uno sueña, a lo que uno hace y a lo que uno logra, con esa entrega.


Merecido éxito, gran director se inserta, en el nuevo cine chileno, como un referente poético y de valentía absoluta, al atreverse a hacer un filme sobre poesía y hacerlo excelentemente bien.
©2010 Carvajal Art