martes, diciembre 29, 2009

Carvajal, Gustavo Cerati y Tú

Yo me había levantado, con algunas imágenes del Libro de Manuel, de Julio Cortázar, en mi mente, que te había pasado el día anterior y Tú, como siempre insistiendo con Rayuela, tanto así, que esa mañana, estaba como otras, medio complicado, simplemente porque era sábado y los días como esos, era de suponer que algo del todo podría resultar, francamente mal. Pero como el acto, de reírse de nosotros mismos, llenaba todas las mañanas, podría ser una de esas, en que solo podría ocurrir, una nota sobre otra. Tú, sabías cuanto me había costado, conseguirme ese teclado y que había estado toda la noche, elaborando esas interminables secuencias, que habría de mezclar, en algún momento de respiro, a ese devenir, que se venía sobre mí, como una especie de maldición. Tu risa, levantaba todos los colores del alba. Y Tú, con la preocupación de preparar un guacamole, como no lo he probado jamás. No se, cómo fuimos a parar al supermercado. Tú, buscando las paltas, las cebollas y todo lo demás. Yo, pendiente de la radio que no dejaban, de llamarme, para anunciarme alguna desgracia, de aquello que no tenía nada que ver conmigo. –Olvídate-, me dijiste entre risas, mientras yo trataba de cuadrar una nota con otra y el fa sostenido, que se confundía, con tu olor, que me inundaba por entero. Aún era de mañana y nos subimos a mi camioneta y yo te dije: -mira: esto lo compuse anoche-. Esperamos un momento, a que se escuchara en su plenitud. Tú, me miraste con esos enormes ojos claros, entre tus bellos cabellos rubios, al instante que dices:- Yap, vamos, la Ale debe estar esperándonos-, y yo, que ya me había tomado un par de cervezas, accedí a seguir nuestro itinerario. La idea era dar vueltas sobre Avenida Apoquindo, en dirección al hermoso dpto., de Avenida IV Centenario. No lo dudé un instante. Te di un beso y la luv, giró sobre si misma para enfilar hacia el oriente. La Cordillera de los Andes, estaba majestuosa, con un sol prístino sobre nosotros. -¿Qué te pareció?-. Te pregunté, mientras trataba de enredar más tus cabellos en mi mano.-Hermoso-, me dijiste, -como todo lo que haces. Tú, sabes que eres el mejor y por eso te amo. Yap, vamos que son casi las doce-. Apurándome, entre risas, y el tema que sonaba como los dioses. La luz dio, en verde y alcanzamos a avanzar una cuadra, después de Tobalaba, cuando íbamos llegando a Avenida El Bosque Norte, me tomaste la mano, que iba sobre tus muslos, muy cerca de tu sexo como siempre. Y de repente me gritas: ¡¡Mira!! allá va Gustavo...!!.¿Quien…? te pregunté-, sorprendido. Gustavo, había salido un momento antes que nosotros del supermercado, iba con una bolsas junto a su pareja chilena, Cecilia Amenábar, muy embarazada. Tú, bajaste el vidrio y le gritaste: ¡¡ Gustavoooooo!!! Gustavo, miró. Yo detuve la luv, en medio de Apoquindo. Con la mejor de tus sonrisas, le dijiste nuevamente: ¡¡¡ Gustavo!!! Al momento que lo saludabas. Yo me incorporé, de costado sobre ti, tratando de alcanzar la ventana y le grité: ¡¡¡¡Gustavooo, te amamos!!! Gustavo, absolutamente de incógnito dejó las bolsas, del supermercado, sobre la vereda, y alzó sus manos, devolviendo el saludo, al momento que Cecilia asentía con una sonrisa. -¿Viste weón?, que era el Cerati-, me dijiste. Al momento, que como siempre, nos matábamos de la risa, de todo lo que hacíamos.
Cada vez que paso por Apoquindo, tu olor me vuelve a inundar. Seguro que Cerati no se acuerda del encuentro. Pero ahora que un nuevo integrante, te hace feliz y hace solo unos días, este tema se escuchó fuerte, acá en Santiago de Chile, pensé que Gustavo debería saberlo.
Señoras y señores con Uds., un testigo de mi amor, el señor Gustavo Cerati.
©2009 Carvajal Art.