lunes, diciembre 15, 2008
La Lengua de Mick Jagger por Andy Warhol
Cuando yo era un adolescente, los actuales buses, se llamaban micros; las cuales de un tránsito desde micro a micro-buses, se transformaron en otra cosa.
Las micros eran una individualidad toda, en su interior, dada la exigencia de la normativa vigente a esa fecha, la obligatoriedad de ser pintada de rojo, azul y blanco, como los colores de la bandera de Chile. Los modelos podrían cambiar más no la bandera, que los micros llevaban en su exterior.
Pues bien, un elemento fundamental en el aditamento interior, era el espejo retrovisor; arma letal, en la mirada fiera del chofer. Era un contacto vista a vista, con el conductor, desde la pisadera, de la escalera trasera,
El espejo retrovisor era siempre redondo y condición Sine Quanon, era la ubicación en el extremo superior derecho, de un tubo que servía de pasamanos. Orientado hacia el fondo de la micro, cual radar, que contiene en su imagen inversa, la mayor cantidad de especio.
Al comienzo los espejos retrovisores era comunes y corrientes; incluso yo diría más corrientes que comunes, dada su grado alto de distorsión, que a veces implicaba que la señora gorda, que acaba de pasar, por el pasillo hacia el fondo, después de la quinta fila, se comienza a ver como un humanoide.
Cual lentes normales, podían cubrir muy poco del espacio de la micro, lo que obligaba a tener un espejo cuadrangular, sobre la visera del conductor. Ese era de formato cinematográfico, de mejor resolución óptica.
En cambio el retrovisor atacaba por el costado, tratando de priorizar la visión de la escalera posterior, pero siempre en un primer plano, que en algunos casos alcanzaba el detalle.
Con el paso de los años, fue necesario, la adición de un segundo espejo retrovisor, de iguales características al delantero, pero en la parte trasera. La visión ahora, si bien no era panorámica, permitía la fragmentación de la micro en sus espacios más críticos.
Con el tiempo, la introducción de espejos más sofisticados, de visión panorámica, amplió la visión, pero achicó los elementos en la imagen. Ya no era posible distinguir al tipo de la última fila, ya no por aberración, sino por distancia focal, ahora entonces, el humanoide, podía ser un humano. Pero desdibujado al límite de transformarse en un punto que se desplaza en la penumbra...
Independientemente de todo lo anteriormente expuesto, el elemento unificador, en primera instancia, era la decoración; la cual podía constar de unos flecos en color rojo o amarillo, en busca de un símil, con los pétalos de una flor. Esto podía variar Ad Libitum, dado el ejercicio pleno de la libertad decorativa.
Con el advenimiento del Pop Art. Los micros se llenaron de colores y formas, psicodélicas, de distintos tipos. Que ya analizaremos en su debida oportunidad. Lo consistente es que producto de estos nuevos conceptos, se fueron adoptando, los íconos del Por Art, como elementos fundamentales de la decoración. Desde signos de la paz, hasta la palabra FEO, comenzaron a decorar, tímidamente el espejo retrovisor. Que ya transformado en elemento importante, podía incluir luces parpadeantes, herencia del Arte Cinético, hasta autoadhesivos con los más increíbles diseños y logotipos.
De todos los íconos del Pop Art, el más usado, pegado, pintado y reproducido, es sin lugar a dudas la lengua, Logotipo de los Rolling Stones, transformado en ícono del movimiento, en manos de su creador de Andy Warhol, inspirado en la boca y lengua de Mick Jagger.
Yo creo que Andy Warhol, jamás se imaginó que su lengua iba a ser tan Pop-ular, dentro del gremio de dueños y conductores de micro, en nuestro país; todos en su mayoría al margen absoluto del conocimiento, teórico del movimientos Pop, ni de su mayor exponente.
Al chofer, en su absolutamente ignorancia, estética, le gustaba tanto la lengua, que la compraba en diferentes formatos, terminando por pegarla, en las zonas más increíbles de la micro. La lengua estaba por todas partes y en todos los espejos retrovisores.
El espejo retrovisor, tenía por lo demás muchos elementos, que lo hacían estar más cerca del pueblo (Pop) y de sus abstracciones estéticas (Art). Era el espejo donde la señora se miraba y se arreglaba el peinado, el empleado antes de llegar al paradero, se arreglaba la corbata, el joven novio, se ajustaba el cabello, y el señor antiguo, enderezaba su sombrero. A todos sin excepción les sacaba la lengua la dupla Jagger-Warhol.
La lengua desvergonzada, irreverente, al borde de La Náusea de Jean Paúl Sartre.
Esa lengua repetida millones de veces. Serializada. Copiada. Reproducida. Como Warhol, lo deseaba.
El movimiento artístico, ARTE POPULAR (Pop Art) ahora estaba en manos del pueblo y en sus manos se repetía y se masificaba, sin la necesidad del entendimiento teórico, ni de las explicaciones del mismo.
La completa prescindencia del discurso plástico, en la efectividad de su praxis, daba por sentadas las bases, del movimiento que sella, el modernismo, desde las artes plásticas hasta la performance, para dejar encaminado el Post Modernismo de los ochenta.
El Por Art, es la manifestación empírica de la posibilidad del acceso, manejo y expansión, del arte, a niveles populares, donde no existe, el marco teórico, que posibilite la entelequia, del fenómeno.
Ahí reside la genialidad de Andy Warhol. La creación de una dinámica que se basta así misma, no necesita del proceso de la abstracción, para obtener un sentido, mediante la explicación, mediante el acceso al conocimiento a través del arte.
La lengua de Warhol, se instara como una obra de arte, infinitamente masiva. Está en las poleras, en los autos, en los baños, en cualquier lugar. Cualquier lugar puede ser idóneo para que la obra de arte se exhiba y funcione, más allá del entendimiento del espectador. El acercamiento del público al arte de Warhol, tiene una puerta de entrada, reconocible. Hay una forma, una figura distorsionada, que le permite arrancar del figurativismo, de siglos anteriores, tiene un contenido irreverente, que lo acerca, en su ironía, al gusto del pueblo. Gente común y corriente. Que no tenía idea de este señor de pelo blanco. Pero que cada vez que veía la lengua, no podía dejar de sonreír.
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