Como parte del currículum de la Escuela de Teatro, teníamos que montar una escena, de alguna obra del Teatro Chileno. Mis compañeros se comenzaron a mirar las caras, mientras yo, ya tenía el nombre en mente.
Siendo aún unos adolescentes
íbamos regularmente al teatro y entre las salas que visitábamos estaba, la sala de Teatro La Comedia, cuyos integrantes
provenientes del Teatro de Ensayo, habían formado el
ICTUS y montado una serie de obras, como fruto de la llamada creación colectiva. Roberto tenía una grabadora de carrete marca
Grundig que era más portátil que la
Phillips Norelco, que tenía yo, que era un verdadero mueble. Nos
acercamos a los actores Jaime
Vadell y
Nissim Sharim y les preguntamos si era posible grabar la obra, por ese entonces el
vídeo era privilegio de los canales de televisión. Nos concentramos en ver la obra, para poder grabar el audio, por partes y luego realizar el montaje, que se hacía a mano, en una
maquinita, que servía para empalmar, las inolvidables cintas
BASF. Las cuales eran escuchadas una y otra vez, provocando el deleite de nuestras familias.
Cuando hubo que buscar el texto, no lo pensé dos veces, la obra escogida, debía ser: Pedro Juan y Diego, ya que me la sabía de memoria y la escena, debería ser: La Carta.
El
ICTUS había realizado una verdadera transformación de la sala, en una
construcción, donde ocurría la comedia, con andamios, tablones, tierra, arena y grandes piedras, llamadas
bolones. Los actores realizaban la acción física real, de cualquier obrero, puestos en esa situación, de tener que construir una larga muralla, llamada: pirca. Esto había generado un gran impacto en la época, de manera que los actores accionaban los elementos en forma real, acercando el montaje al
hiper realismo.
Siguiendo esa idea, mi propuesta era intervenir la sala 2 de la Escuela de Teatro de la Universidad Católica, llenándola de arena
completamente, teniendo una batea en el escenario, junto a un
arnero y todas las herramientas, que normalmente se ocupan en estas faenas.
Remigio y Rodrigo, me miraron con desconcierto.
-No creemos que lo autoricen-, sentenciaron fatalmente.
-
Déjenmelo a mi, yo voy a hablar con el profesor-, les dije alejándome.
Me
dirigí a conversar con él, planteándole, la necesidad de cubrir
totalmente de arena la sala y realizar una "mezcla" de cemento, sobre el escenario, para darle mayor realismo a la escena.
-¿Y tu sabes hacer eso?, me
espetó, el profesor
Nuñez.
-
Porsupuesto-, le dije. -Es más, yo voy a hacer al maestro Pedro-, acoté.
-Perfecto-, me dijo el profesor, -...pero con una condición...-
-¿Cuál?-, pregunté apurado.
-Que no quede ni un solo grano de arena, en la sala-, sentenció.
-
OK-, le contesté, - no hay problema, yo me encargo de eso-, terminé diciendo.
La obra se ensayó en la sala vacía y posteriormente, me
conseguí unas palas y unas carretillas, para trasladar la arena que se encontraba en la parte posterior de la Universidad. Ya habíamos dejado crecer unos bigotes, que
recortábamos a "lo maestro", que hacían
reír a carcajadas a Ramón, quien nos decía a lo lejos:
-¡ ¿ Cómo están los maestros ? !...-
Nosotros con guantes en las manos, llevábamos varias horas acarreando arena, casi extenuados, tratando de mover unos tablones, que venían a
complementar los elementos de la puesta en escena.
La muestra, provocó muchas risas y nos dejó muy satisfechos, no solo porque habíamos logrado transmitir el espíritu de la obra, creada en la década de los 70, sino que habíamos podido hacer confluir dos aspectos muy interesantes, por un lado una montaje absolutamente realista, en la
construcción de los personajes y una
performance, cercana a la intervención plástica del espacio escenográfico, donde el hiper realismo, era la verdadera vanguardia del momento, similar a lo que estaba haciendo Claudio Bravo, en la pintura.
A mi me llenó de orgullo, las notas que me colocó la comisión, que fueron excelentes.
El asunto siguiente fue, conseguirse una aspiradora con mi madre y junto a la pala y escoba, recoger hasta el último grano de arena presente en el suelo.
El esfuerzo fue notable y mientras caminaba a casa, pensaba que nada de esto hubiese sido posible, sin la experimentada mano de director, de nuestro profesor y maestro: Ramón
Nuñez.